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sábado, 10 de diciembre de 2016

MITOS Y LEYENDAS DEL ESTADO DE MEXICO

Leyenda Origen del Sol y la Luna

Leyenda del Estado de México
Fuente: Peñaloza (1992)


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Decían que antes que hubiese día en el mundo, se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teotihuacan, que es el pueblo de San Juan, entre Chiconauhtlan y Otumba. Dijeron los unos a los otros: "¿Quién tendrá el cargo de alumbrar al mundo?"
Luego a estas palabras respondió un dios que se llamaba Tecuciztécatl y dijo: "Yo tomo el cargo de alumbrar al mundo". Luego otra vez hablaron los dioses, y dijeron: "¿Quién será el otro?". Luego se miraron los unos a los otros y conferían quién sería el otro, ninguno de ellos osaba ofrecerse a aquel oficio, todos temían y se excusaban.
Habia un dios que no hablaba pero sí escuchaba lo que los otros dioses decían, y los otros le hablaron y le dijeron: "Sé tú el que alumbres, bubosito", y él de buena voluntad obedeció o lo que le mandaron y respondió: "En merced recibo lo que me habéis mandado, sea así".
Y luego los dos dioses elegidos comenzaron a hacer penitencia cuatro dias, encendieron fuego en el hogar, el cual era hecho en una peña que ahora llaman teotexcalli.
Todo lo que ofrecía el dios Tecuciztécatl era precioso. En lugar de ramos ofrecía plumas ricas que se llamaban quetzcalli, en lugar de pelotas de heno ofrecía pelotas de oro, en lugar de espinas de maguey ofrecía espinas hechas de piedras preciosas, en lugar de espinas ensangrentadas ofrecía espinas hechas de coral colorado, y el copal que ofrecía era muy bueno.
Y el buboso, que se llamaba Nanauatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atados de tres en tres, todos ellos llegaban a nueve; ofrecía bolas de heno y espinas de maguey, y las ensangrentaba con su misma sangre; y en lugar de copal ofrecía las postillas de los bubas.
A cada uno de estos se les edificó una torre, como monte; en los mismos montes hicieron penitencia cuatro noches, ahora se llaman estos montes tzaqualli.
Después que se acabaron las cuatro noches de su penitencia, cuando la noche siguiente o a la medianoche habían de comenzar o hacer sus oficios, le dieron sus aderezos al que se llamaba Tecuciztécatl, diéronle un plumaje llamado aztacómitl, y una jaqueta de lienzo.
Al buboso que se llamaba Nanauatzin tocáronle la cabeza con papel, que se llama amatzontli, y le pusieron una estola de papel y un maxtli de papel; y llegada la medianoche, todos los dioses se pusieron en rededor del hogar que se llama teotexcalli: en este lugar ardió el fuego cuatro días.
Los dioses se ordenaron en dos partes, unos de un lado del fuego y otros del otro, y luego los dos sobredichos se pusieron delante del fuego.
Luego hablaron los dioses y dijeron a Tecuciztécatl: "¡Ea pues, Tecuciztécatl, entra tú en el fuego!" Pero como el fuego era grande, estaba muy encendido y como sintió el gran calor, tuvo miedo, no osó echarse en el fuego y se volvió atrás.
Otra vez tornó para echarse en el fuego haciéndose fuerza, pero se detuvo, no osó echarse en el fuego, cuatro veces probó, pero no se osó echar. Estaba puesto el mandamiento de que no probase más de cuatro veces.
Los dioses luego hablaron o Nanauatzin y le dijeron: "¡Ea pues, Nanauatzin, prueba tú!"
Y como le hablaron los dioses, se esforzó y cerrando los ojos arremetió y se echó en el fuego, luego comenzó a rechinar en el fuego, como quien se asa. Y como vio Tecuciztécatl que se había echado en el fuego y ardía, arremetió y se echó en el fuego.
Luego una águila entró en el fuego y también se quemó, y por eso tiene las plumas hoscas o negrestinas; a la postre entró un tigre y no se quemó, sino que se chamucó y por eso quedó manchado de negro y blanco.
De este lugar se tomó la costumbre de llamar a los hombres diestros en la guerra quauhtlacélotl y dicen primero quauhtli, porque el águila primero entró en el fuego; y dijo a la postre océlotl porque el tigre entró en el fuego después del águila.
Luego que ambos se hubieron arrojado en el fuego, y después que se hubieron quemado, los dioses se sentaron a esperar de qué parte vendría a salir Nanauatzin.
Después que estuvieron gran rato esperando, se comenzó a poner colorado el cielo y en todas partes apareció la luz del alba.
Y cuando salió el Sol, apareció muy colorado, parecía que se contoneaba de una parte a otra, nadie lo podía mirar porque quitaba la vista de los ojos, resplandecía y echaba rayos de sí, y sus rayos se derramaron por todas partes. Después salió la Luna, en la misma parte del oriente: por el orden que entraron en el fuego, por el mismo salieron hechos Sol y Luna.


Leyenda Un saludo al tesoro del Nevado


Leyenda del Estado de México

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Fuente: Agustín Monroy Carmona
Todo principió al finalizar el año escolar de 1942. Gilberto, amigo y compañero de estudios, me invitó a pasar las vacaciones en un pequeño rancho próximo al Nevado de Toluca, accedí gustoso, y para hacer ejercicio realizamos el viaje a pie.

Aquel pequeño rancho había sido propiedad de su padre, que a su vez lo había heredado de su abuelo y éste, de su tatarabuelo. Todos los días nos levantábamos temprano para excursionar por los montes, unas veces a caballo y otras a pie. Después tomábamos un baño en un manantial de agua caliente.
Uno de tantos días amaneció lluvioso y resolvimos quedarnos en casa. Para distraernos subimos a las galeras donde sus antepasados guardaban todo lo que ya no les era útil. Para nosotros ese lugar fue muy atractivo, encontramos cosas de mucho interés y gran valor; pero llamó poderosamente nuestra atención un cajón a manera de cofre de pirata que contenía papeles, los leímos con avidez por tratarse de la historia de la familia de Gilberto. Entre estos documentos encontramos un pliego escrito hace más de 150 años, en papel corriente, escrito con lápiz, no obstante el paso de los años, se leía con claridad. El documento tenía el color amarillento de los papeles viejos, al desdoblarlo se separó en partes, acomodadas por nosotros pudimos descifrar su contenido.
Iniciamos su lectura con gran sorpresa y encontramos lo siguiente:
"Año de 1760, yo, Bartolomé Juan del Castillo, en nombre de Dios Padre que me crió y me conserva, hago la confesión siguiente:
Siendo el jefe de los ladrones que operaban en la Sierra del Nevado, yo como depositario de grandes robos de conductas que llevaban grandes tesoros que se conducían a España, y que pasaban por estos campos y de varios puntos de los minerales.
Declaro en nombre de Dios Todopoderoso, ser cierto todo lo que voy a escribir.
Declaro que en la Cañada del Jicote que se halla en los Montes de los Estrada, de su lugar donde se juntan dos aguas, una chica y otra mayor, de allí por abajo donde hace un salto chico, está un subterráneo, su puerta es pequeña, apenas puede caber el cuerpo de un hombre, está al pie de una corta peñita, dicha puerta está cubierta con una losa que a su vez está cubierta con tierra, aquí hay intereses muy grandes. Y del salto para arriba, en esta misma cañada está otra que no tiene peña, está en la loma o costado de la cañada, está donde hay muchas hierbas de otatillo.
De allí mismo, subiendo rumbo al poniente, hasta llegar a la cumbre de la loma del Espinazo, estando allí encima del sur, se tomará a la derecha para abajo hasta dar con un cerrito chico que tiene muchos árboles, allí mismo se buscará un encino con dos brazos que figuran codos, uno está mirando a Zacualpan y otro al veladero, al pie están ocho botijas de dinero enterradas. Se tomará rumbo abajo hasta dar con una agüita muy pequeña que sale del mismo cerro y va a dar a un salto chico, a un lado está la puerta de la cueva, la mitad está en el salto grande, si lo encuentras te harás rico.
Allí está el convoy que se le quitó al virrey O Donojú en el paso del macho, este fue como un millón de dinero, al frente se encontrará un altar hecho de mezcla donde está colocado el señor del hospital, que es el que veneraban antes, más también se encontrarán los útiles de plata y oro con que se servía el virrey. En el interior está la gran cantidad de barras de plata formando un camellón, también se encontrará un gran depósito de ornamentos, y a un lado, otro altar con el Cristo de oro del Virrey, allí está también el esqueleto de don Cristóbal de Nova, que murió atado por querer entregar a los españoles este tesoro.
Hijo mío, pocos son los días que me restan de vida y mi alma está devorada por crueles remordimientos. En este fatal estado pienso y recuerdo tu orfandad desde la muerte de tu tierna madre, muerta de ti, la que te dio a luz, quiero recompensarte a ti y a Inés mi hermana, por sus humanitarias acciones.
Hijo mío, sabes que tienes un padre que tú no conoces, vive todavía, pero que enviado en un mar de crímenes, hace horribles memorias al título honroso de padre. Cometí varios crímenes, unas veces empujado por venganza y otras por la defensa que debía hacer de mi persona.
En fin, querido Paulino, tú comprenderás que yo quiero hacerte el bien y pido a Dios te conserve muchos años.
Los tesoros son muchos, puedes acompañarte de quienes gustes, no importa cuántos sean, para todos alcanza, una sola condición te pido, que mandes decir muchas misas para que Dios nos perdone, tanto a los malhechores que anduvieron conmigo, como a mí. Todos los objetos sagrados que pertenecen a la Iglesia como cálices, custodias, vasos sagrados, patenas y demás ornamentos religiosos, te ruego querido Paulino, hagan diligencia para que sean entregados a la Iglesia y puedan ser utilizados para lo que fueron hechos, con todo lo que sobre se remediarán, pues como te he dicho: hay tantos tesoros como para fincar otro México nuevo.
Principia tu recorrido por el Cerro del Manzano, es un cerro que tiene un manzano silvestre, está cerca de la Barranca del Muerto, en su tronco tiene una herradura clavada, al pie de ese tronco hay seis botijas de monedas de oro.
Yo, tu padre, estuve en tantos peligros que ignoro por qué Dios me conservó la vida. Sufrí muchas heridas mortales, sin embargo pude soportarlas porque uno de nuestros compañeros era curandero y conocía las propiedades curativas de muchas plantas de estos montes, así gracias a Dios pude conservar la existencia.
Todo lo que está ahí es de ustedes, remédiense en sus necesidades y sigue buscando y no te olvides, querido Paulino, de ayudar a los pobres, te lo encargo como primera obligación y manda decir muchas misas por el alma de tu padre y por todos los demás malhechores que bien lo necesitan".


Leyenda del Charro Negro

Leyenda del Estado de México


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Se dice que un hombre vestido de charro, de figura esbelta y aspecto elegante, con impecable traje negro, cabalga en la profundidad de la noche en los solitarios tramos que unen los pequeños pueblos del México rural sobre el lomo de un caballo enorme y de color azabache.
Se acerca amablemente y en busca de conversación a las personas que viajan caminando. No ignora a los hombres, a los que ofrece amable conversación, pero su clara preferencia son las mujeres, a las que seduce con mirada elocuente y palabras cálidas. Quienes han tenido trato con él presienten que es el diablo.
Nada malo puede decirse del charro negro si el viajero se limita a permitir su compañía hacia su lugar de residencia; si se acerca el amanecer, se despedirá cortésmente y se marchará con tranco lento, al igual que si el sendero que recorre lleva a las cercanías de una iglesia. Pero si, por el contrario, la mujer cede a sus ofertas de aligerar el viaje y condesciende a montar el caballo, esa acción será el principio del fin: una vez sobre el animal, la infortunada descubre que es imposible apearse.
Es entonces cuando el charro negro vuelve su montura y se aleja, con rumbo desconocido, sin hacer caso de los ruegos o los gritos de su víctima, a la que no se vuelve a ver jamás.

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